Entre las grandes contribuciones de México al mundo destaca la gran diversidad de plantas domesticadas como el chile, diversificadas a lo largo de la historia por los pueblos autóctonos para utilizarlas con fines medicinales, ornamentales, en bebidas estimulantes o como condimento, cerca viva, planta huésped, instrumentos musicales y utensilios de trabajo, entre muchos más.
Del chile (Capsicum annum), la evidencia más antigua son las semillas de la cueva de Coxcatlán, en la región de Tehuacán, Puebla, donde arqueólogos descubrieron restos de esta planta solanácea que datan de entre 6900 a.C. y 5000 a.C.
Hoy se conocen al menos 200 variedades criollas y 64 variedades domesticadas en México, para uso en una gastronomía que trasciende las fronteras, ya sea crudo, cocido, asado, frito, en salsas, moles, consomés, relleno, e incluso en postres, y el tiempo, con las aplicaciones medicinales que nos legaron los antiguos mexicanos.
La diversidad de chiles es resultado de la selección y cruza de plantas de esa especie, realizada por los agricultores mexicanos a lo largo de muchos ciclos de siembra para mejorar su color, sabor, tamaño, propiedades medicinales y nutritivas, así como su resistencia a condiciones extremas del clima y a las plagas.