La cantidad de agua dulce per cápita ha disminuido en un 20% en las últimas dos décadas y casi el 60% de las tierras de riego están sometidas a estrés hídrico, declaró la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Las consecuencias de dicha escasez generalizada son de largo alcance, puesto que la agricultura de regadío aporta el 40% del total de alimentos producidos en todo el mundo.

Según el informe Perspectiva Global de la Tierra (Global Land Outlook), publicado por la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, más de un tercio de la población mundial vive actualmente en regiones con escasez de agua.

Al mismo tiempo, se ha culpado al calentamiento global por inundaciones cada vez más severas, como se ha visto recientemente en Bangladesh y en la India, con consecuencias nefastas para los agricultores.

Gestión inadecuada de las aguas subterráneas

Las aguas subterráneas suministran el 43% del agua utilizada para el riego. Sin embargo, las mejoras en la tecnología de perforación en las últimas décadas han ocasionado que la extracción de aguas subterráneas sea insostenible en diversas partes del mundo, como la India.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación estima que el 10% de la cosecha mundial de cereales se produce agotando los recursos de aguas subterráneas.

Las prácticas adecuadas de gestión y los avances tecnológicos, como el riego por goteo, pueden reducir la presión sobre las reservas de agua subterránea, afirman los expertos.

Infiltración de aguas salinas

El riego intensivo puede provocar un incremento en la superficie de aguas subterráneas (nivel freático), lo que desvía la sal hacia el suelo y las raíces de las plantas; por lo cual el crecimiento de estas plantas resulta afectado.

Asimismo, el uso excesivo de las aguas subterráneas puede combinarse con el incremento del nivel del mar debido al cambio climático, lo cual ocasiona que el agua salada penetre en los acuíferos subterráneos costeros. Este fenómeno puede dañar los cultivos y sus rendimientos, así como reducir el suministro de agua potable.

El PNUMA calcula que aproximadamente una décima parte de los ríos del mundo están afectados por la contaminación por salinidad.

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